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Tiempo atrás, fuimos las aves y los truenos.
Donde hubo alas, hoy pesan las cadenas.
Al vuelo esbelto lo sucedió el herrumbre indecoroso.
El ruido noble que provocaba un reverencial estremecimiento
fue suplantado por este humillante murmurar de sílabas inhábiles.
Éramos la dicha y el pesar de los augures,
hoy somos el augurio de la banalidad.
Servíamos al César, y así seguimos.
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