No he sido lo suficientemente claro en esta oscuridad de hoy, donde serpientes y manzanas recrean mutuamente la fábula del poder.
Lo reconozco.
Y me recuerdo paladeando el halago, ahora que olvidé cómo halagar al paladar.
Ya mi lengua ha perdido la capacidad de degustar: sólo me queda una baba insulsa y un hilito de silencio.
Nada más.
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