El felino es clemente con su presa hasta un momento bien determinado: cuando está persuadido que nadie ni nada puede negarle su victoria. Entonces, clava sus dientes y desgarra la carne. Lo mismo hace el sufrimiento con los humanos. No obstante, hay una diferencia: siempre habrá alguien dispuesto a aceptar que la víctima aún puede sufrir un poco más.
Adenda para el quinto Epigrama del Emperador:
En momentos de desesperación, cualquiera dispone de una última seguridad vivificante: puede olvidarse de sí mismo.
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